‘La violencia sexual debe ser catalogada como un delito de tortura’

Linda Loaiza López es la primera mujer en el mundo que consigue que un tribunal internacional, la Corte Interamericana de Derechos Humanos, condene a un Estado por delitos de violencia de género, cometidos por un particular.

El 16 de noviembre de 2018, la Corte Interamericana hizo pública la sentencia condenatoria en contra del Estado venezolano, declarado responsable por los delitos de violación a la integridad personal, dignidad, autonomía, vida privada y por haber posibilitado los hechos de tortura y violencia sexual sufridos por Linda Loaiza López, en transgresión de varias disposiciones de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, la Convención Interamericana para prevenir y sancionar la tortura, y la Convención Interamericana para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer (“Convención de Belém do Pará”).

Las faltas del Estado venezolano en las líneas de esta sentencia representan cuatro meses de tortura sufridos por una mujer que fue silenciada, privada de libertad, maniatada, violada, golpeada, abusada y revictimizada. Luego, por casi dos décadas, las instancias judiciales del país no han actuado para condenar al responsable y hacer justicia.

En aquel sórdido lugar en El Rosal de Caracas, Linda luchó por ser rescatada la tarde del 19 de julio de 2001. Y lo consiguió. Su rostro salió al descubierto, aunque ya no era el mismo.

Los venezolanos conocieron su historia y condenaron a su agresor, Luis Carrera Almoina, “El Monstruo de los Palos Grandes”, menos el sistema judicial venezolano. Esa negligencia hizo que la Corte Interamericana condenara al Estado venezolano por violaciones a los derechos humanos y lo ordenara a cumplir diversas medidas de reparación.

 “Luego de la sentencia de la Corte Interamericana, el Estado venezolano no ha cumplido ni una sola de las medidas de reparación. No ha habido ningún tipo de acercamiento, ni siquiera una llamada”, cuenta Linda, haciendo una actualización de su caso, luego de un año.

Este silencio del Estado venezolano no es para sorprenderse.

En la audiencia de la Comisión Interamericana sobre su caso, los representantes del Estado venezolano argumentaron que era “ingenuo” decir que no se había hecho justicia, aun cuando el torturador de Linda solo cumplió seis años y un mes de prisión.

“Eso no fue lo que encontró la Corte Interamericana luego de los elementos aportados por las partes”, asegura Linda, quien a las pruebas se remite, como la abogada que es. Inicialmente iba a estudiar veterinaria, pero su indignación hacia el sistema judicial venezolano la llevó a estudiar derecho y convertirse en defensora de derechos humanos.

Ahora dedica su vida a exigir justicia en su nombre, y en nombre de otras muchas mujeres que padecieron y padecen la misma situación que ella vivió. Recibe a diario mensajes de mujeres que buscan consejos, asesoría y, en muchas ocasiones, valentía.

Porque los momentos de horror vividos en aquellos meses de 2001 no apagaron la llama de su espíritu. Linda se ha logrado recuperar a nivel físico, psicológico y del cansancio que implica un proceso legal de casi dos décadas. Ahora se muestra sonriente y alegre, mientras conversa con Codhez en el Día Internacional de la Eliminación de la violencia contra la Mujer. Un día ideal para que converse sobre la historia de su lucha y de su fuerza.

“Lograr que un tribunal internacional condene a un Estado por hechos cometidos por un particular es el primer caso a nivel mundial. He conversado con jurisconsultos ortodoxos de todo el mundo para promover que la violencia sexual sea catalogada como un delito de tortura”, comenta Linda, que habla orgullosa sobre su contribución como abogada a la causa de los derechos humanos.

Linda ha estado abarcando espacios académicos y de discusiones parlamentarias para determinar la violencia sexual como un delito de tortura, iniciativa que promueve por ella y por todas las personas que han sido víctimas de violencia sexual. Este avance en la normativa de derechos humanos permitiría que las sanciones y las reparaciones por este tipo de abuso se configuren como un modo de justicia plena para las víctimas.

“Así como las mujeres anteriores a mí hicieron sus luchas por el derecho al voto, el derecho a obtener una cuenta bancaria, y a los anticonceptivos, tenemos que seguir conquistando derechos porque las mujeres hemos sido unos seres sin derechos”, declara la activista.

En un país con una estructura patriarcal muy marcada, Linda espera que sea posible construir una realidad donde las mujeres caminen libremente sin temor a ser violadas y secuestradas. “Nadie debería pensar que puede abusar de nuestro cuerpo, nuestra vida y nuestros sentimientos”.

Deudas pendientes de Venezuela

Entre las medidas de reparación que el Estado venezolano adeuda a Linda Loaiza López está realizar un acto público de reconocimiento de responsabilidad internacional, así como dictar el reglamento correspondiente de la Ley orgánica sobre el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia. Si bien esta ley especial que data desde 2007 buscaba dar mayor protección a las mujeres en Venezuela, múltiples casos de violencia de género siguen estancados.

En atención a esto, la Corte Interamericana de Derechos Humanos también ordenó al Estado venezolano poner en funcionamiento adecuadamente los tribunales de violencia contra la mujer en cada capital de estado. A su vez, también se solicitó la creación inmediata de un sistema de recopilación de datos y cifras vinculadas a los casos de violencia contra las mujeres en todo el territorio nacional.

Entre las medidas especiales establecidas por la Corte, y que fue solicitada por Linda, se encuentra la incorporación al currículo del sistema educativo nacional, en todos los niveles y modalidades educativas, un programa de educación permanente bajo el nombre de “Linda Loaiza”.

“Debo reconocer que esta medida la solicité con total alevosía, como dicen los abogados”, confiesa sonriente la activista. “Creo, y el tiempo me dará la razón, que la educación es fundamental para poder erradicar la cultura del machismo que está arraigada en Venezuela”.

Para Linda, esta cátedra está concebida como un programa de prevención de violencia contra la mujer y la educación sobre los estereotipos de género.

“Desde que somos pequeños, se hace la diferencia entre niños y niñas. Las niñas siempre deben usar ropa de los mismos colores y con los niños es igual. Eso perpetúa los estereotipos y los juicios basados en el género”, lamenta Linda.

Esta cátedra permitiría concienciar y educar a las nuevas generaciones acerca de las desigualdades de género, y también contribuiría al reconocimiento de la lucha de Linda en su búsqueda de justicia respecto de los actos de violencia física, verbal, psicológica y sexual de los que fue víctima.

“Creo que los buenos somos más y tenemos que hacer más por este país. Tenemos que dejar huellas positivas en este mundo”, dice decidida al finalizar la conversación. Como sobreviviente de violencia de género nos confiesa que su fuerza principal para seguir adelante luego de tantos años de sufrimiento ha sido su fe en Dios, el apoyo de su familia y la confianza que tiene en sí misma. Ella se ha convertido en una luz para las mujeres venezolanas y latinoamericanas que viven bajo la sombra de la violencia de género.

 “Las mujeres tenemos un gran valor. Todas debemos amarnos a nosotras mismas y tener amor propio. Olvídense de las personas que quieran culparnos o estigmatizarnos, siempre existirán personas dispuestas a escucharlas y organismos a los cuales acudir. No estamos solas”

 

– Texto: Dayanna Palmar

– Prensa Codhez
 

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