San Francisco, un municipio que se sostiene sobre la resiliencia de sus habitantes

En el municipio San Francisco, la Casa del Adulto Mayor Sueños de Antaño ofrece un espacio de acogida, respaldo y acompañamiento a más de 160 adultos mayores, mientras que la Fundación Nuevo Amanecer apoya con un plato de comida a más de un centenar de personas diariamente, que ven en esta iniciativa la posibilidad de un nuevo comienzo

 

Texto: Iraní Acosta

Fotografías: Samuel Comesaña  / Rafael Valera


Quince metros cuadrados quedan pequeños cuando están reunidos. Las mesas y las sillas llenan el espacio cuando todos están en la casa donde son atendidos y se sienten acompañados. Es así como 162 adultos mayores tienen un espacio para atender su salud, divertirse y ejercitarse.

Se trata de la Casa del Adulto Mayor Sueños de Antaño, ubicada en Francisco Ochoa, una de las parroquias más pobres y alejadas del centro urbano del municipio San Francisco, al noroeste del estado Zulia, en Venezuela. Las personas beneficiadas acuden tres veces por semana a esta casa. Los lunes les atienden con chequeo médico y control de hipertensión y diabetes; los miércoles son dedicados a los juegos de mesa, el dominó y las tertulias, mientras que los viernes toca la rutina de ejercicios y otras actividades recreativas.

La iniciativa nació hace casi 22 años por una motivación de Virginia Iglesias, una mujer que hoy tiene 65 años de edad y que vio que en su comunidad los adultos mayores se estaban quedando solos y sin nada qué hacer. Esto despertó su inquietud por crear un espacio para acompañarlos y brindarles apoyo, y fundó lo que, a pesar de los años, sigue siendo un proyecto en construcción, según cuenta ella misma.

La Casa del Adulto Mayor Sueños de Antaño surgió del anhelo por brindar acompañamiento, apoyo y calor de hogar a quienes lo puedan necesitar. Hoy es el refugio, tres veces por semana, de más de 160 personas.

Para cumplir su sueño de concretar este proyecto, se unió a quienes siendo sus vecinos se hicieron sus amigos: Marlene de Márquez y David Antúnez. En equipo, hicieron el primer censo en el que registraron unos 80 adultos mayores. Con este primer grupo trabajaron durante los cinco primeros años, cuando no tenían sede propia. Se reunían en escuelas y otros espacios prestados. Así comenzó esta gran iniciativa, que en sus inicios recibió el nombre de “El club de la tercera edad”.

Con el pasar del tiempo, tanto Marlene como David tomaron otros caminos por motivos personales y laborales, quedando Virginia encaminada en su misión de ayudar al prójimo, labor que hasta el sol de hoy ha sido su norte de vida.

Así, mientras el grupo de beneficiarios seguía creciendo, Virginia recuerda cómo esos primeros años no sabían muy bien qué hacer para obtener recursos y seguir asistiendo a las personas. Algunos días tocaban puertas buscando solidaridad y lograban donaciones para hacer jornadas de apoyo con bastones, sillas de ruedas y otros insumos que las personas necesitaban. Otros días ofrecían a los asistentes té de toronjil, otras veces organizaban jornadas médicas, o simplemente compartían el pan. 

Como parte de las actividades lúdicas que desarrollan en la Casa del Adulto Mayor Sueños de Antaño, comenzaron a celebrar anualmente el carnaval. Asistían a los desfiles en el municipio San Francisco y lo hacían a todo dar: participaban con una carroza en forma de casa, alusiva a la sede que soñaban tener. Esta resaltaba por su particularidad y era una oportunidad para poner de manifiesto su anhelo de seguir consolidándose como espacio de acogida para personas vulnerables. 

Así se mantuvieron por varios años hasta que en el 2006 llegó una gran noticia que Virginia describe como “la gloria”. El entonces alcalde de ese municipio, Saady Bijani, les cedió en comodato el terreno en el que actualmente funcionan. Fue entonces cuando Virginia y los ancianos que ya pertenecían a esta agrupación, limpiaron el espacio. En los dos  primeros días llenaron más de 100 bolsas grandes de basura y comenzaron a imaginar la distribución de las áreas para atender a tantas personas como se pudiera.

Poco a poco fueron acondicionando el espacio sin dejar de atender a los ancianos. Consiguieron apoyo y construyeron la fachada de la casa. La autogestión ha sido la base sobre la que ha tomado forma este refugio.

En la actualidad cuenta con un equipo que integra en su junta directiva a 22 personas, 11 encargados principales y sus respectivos suplentes, que se distribuyen las responsabilidades para mantener las puertas abiertas.

 

La creatividad como oportunidad

Virginia, quién fue profesora de danza para niños y niñas, actualmente es modista, y comparte su tiempo entre la fundación y el pequeño taller de costura que tiene en su casa, ubicada en el barrio Juan Pablo II en el mismo municipio San Francisco. 

Su trabajo como modista es lo que le ha permitido mantener abiertas las puertas de Sueños de Antaño. Confecciona trajes y los alquila en las escuelas del sector para las actividades de cierre de proyectos escolares. Con el dinero recabado suma apoyo para la Casa del Adulto Mayor Sueños de Antaño.

Los asistentes también hacen un aporte mensual de cinco bolívares, y cada dos meses dan una colaboración adicional para celebrar los cumpleaños de sus compañeros. Otros días, de manera espontánea, se reúnen para compartir un arroz con leche o tomar fororo.

Dentro de las actividades que desarrolla este espacio para la población adulta mayor está la de recibir talleres en donde aprenden a hacer manualidades con material de reciclaje. Las creaciones que resultan de estas sesiones luego son vendidas en bingos, verbenas y bazares, como apoyo para que la organización se sostenga económicamente.

De hecho, la sala de la casa está llena de sus trabajos. En este espacio se pueden apreciar las creaciones hechas a partir de billetes de conos monetarios no vigentes, como tazas, cofres, sillas tejidas y portarretratos. Además, colgados en las paredes destacan vistosos vestidos hechos con envoltorios de paquetes de harina de maíz y otros materiales a los que han dado un segundo uso. También hay alfombras hechas a partir de retazos de telas y diversos objetos decorativos para el hogar. 

Las manualidades que realizan los adultos mayores en Sueños de Antaño son ofertadas en bazares y actividades de la casa y así obtener recursos para costear alimentos, insumos médicos y otros gastos operativos.

Al preguntar por la autoría de estas obras, con gran orgullo se mencionan unos a los otros. Es la creatividad, el arte y la capacidad de transformar materiales de desecho en objetos con utilidad lo que regocija a estas personas que encuentran en estas actividades un motivo para seguir creyendo en el valor de sus capacidades.

Marlene Viloria (izquierda) y Virginia Iglesias (derecha) se muestran orgullosas de la creatividad y destreza para realizar artesanías con materiales de reciclaje.

Un espacio seguro

En la cocina de la Casa del Adulto Mayor Sueños de Antaño hay 162 tarros que usan los asistentes para tomar jugo o café. Antes servían como envases para mayonesa o mostaza, pero ahora están numerados y asignados a cada persona, hoy son los vasos y tazas que pertenecen a cada uno de los asistentes.

En ese espacio está Pompilia Quero, una mujer de 78 años quien contó su historia. Es madre de 8 hijos y dedicó toda su vida a atenderles y a hacerse cargo de los oficios del hogar. Pompilia llegó a la casa buscando compañía y entretenimiento, por lo que se animó a sumarse y acompañar a Virginia en la organización desde sus inicios.

Pompilia Quero, a sus 78 años, se regocija de haber encontrado una segunda familia con sus compañeros de la Casa del Adulto Mayor Sueños de Antaño.

Va a la casa casi todos los días y aseguró que disfruta compartir con sus compañeros y compañeras, además de tejer sillas, aprender sobre reciclaje y pintar cuadros.

Junto a Pompilia está Lila Morales, otra de las asistentes. Lila está en el programa desde que inició, vive sola y depende del pago de la pensión y de la ayuda de una vecina que es quien le hace la comida, pues de los 4 hijos que tuvo, tres han muerto y la que aún vive está residenciada en Cabimas. A sus 84 años, camina con bastón, pero eso no le impide movilizarse hasta la casa.

Para ambas, la Casa del Adulto Mayor Sueños de Antaño es mucho más que un refugio. Es la posibilidad que tienen de sentirse importantes y reconocer que son personas que tienen derechos. En este lugar aprenden y consiguen un espacio donde no se les recrimina por la edad.

Junto a Pompilia y Lila, a la casa acuden adultos mayores de, al menos, ocho sectores diferentes del municipio San Francisco. Incluso, algunos viven en el municipio Maracaibo y se trasladan varias veces por semana hasta el lugar.

 

El sueño sigue

En un cuarto a medio hacer, con piso de tierra y cerca de bahareque, Virginia Iglesias cuenta que su sueño es terminar de construir un cuarto de descanso para las ancianas y ancianos que viven lejos y que cuando asisten pasan todo el día en la casa.

Los juegos de mesa mantienen a los asistentes entretenidos. El ludo y el dominó son los preferidos. La recreación juega un papel fundamental para estas personas, quienes aseguran que esos momentos alegran sus días.

Asegura que una de sus mayores preocupaciones es que con el tiempo “los abuelos se han ido deteriorando”, y que Sueños de Antaño no cuenta con el apoyo de los gobiernos nacional, regional ni municipal.

A esta mujer le gustaría que hubiese una dotación de bastones y sillas de ruedas. Perdió la cuenta de las múltiples cartas que ha entregado pidiendo ayuda y aún no tiene respuesta. Pero eso no la detiene. Aunque no es lo ideal, han ido resolviendo “habilitando palitos” de madera como bastones, cuenta.

Entre lágrimas, Virginia confiesa que algunos días se deprime porque siente que no tienen suficiente y cree que sería mejor cerrar, pero sus compañeros se niegan a esa posibilidad y la animan a seguir, porque dicen que muchas veces están más felices en Sueños de Antaño que en su propia casa.

 

Para el futuro

A Virginia le emociona compartir que, en las dos décadas que ya tiene esta casa, se han forjado amistades sólidas e incluso nuevas parejas entre los asistentes. Van sumando sus soledades para hacerse compañía en la última etapa de sus vidas, comenta.

A los jóvenes les dice: “Pensemos en el mañana. Hay muchas personas que maltratan al adulto mayor, no le hagamos a nadie lo que no queremos que nos hagan en el futuro. Siembra amor para que puedas recoger amor. Tiende la mano a un abuelo, que en el futuro serás feliz cuando alguien más te la tienda a ti”.

Virginia Iglesias, fundadora de la Casa del Adulto Mayor Sueños de Antaño, anhela por atención estatal para poder cubrir las necesidades que ve entre quienes se benefician de esta iniciativa que se ha mantenido por esfuerzo propio.

Por un nuevo amanecer

En el municipio San Francisco, donde vive medio millón de personas, no todas se están alimentando bien. De hecho, el último informe que presentó la Comisión para los Derechos Humanos del Estado Zulia (Codhez) sobre Seguridad Alimentaria, destaca que para el año 2022 la mitad de los hogares consultados para este trabajo tuvieron que reducir sus porciones de comida: dejaron de desayunar, almorzar o cenar, cinco o más días a la semana.

Por eso, el trabajo que hace la asociación civil Nuevo Amanecer con su iniciativa de comedores populares es el apoyo y un paliativo que las personas vulnerables del municipio necesitan.

El comedor de Nuevo Amanecer beneficia a un centenar de personas vulnerables en materia de seguridad alimentaria en San Francisco. Contar con un plato de comida en el día es la esperanza que tienen en poder aliviar sus preocupaciones para brindar a su familia y a sí mismos una alimentación adecuada.

Una de estas personas es Kenyeli Fereira, una mujer de 28 años y madre de cuatro niños. Para buscar nuevas oportunidades decidió emigrar a Colombia, pero cuando su pareja la abandonó tuvo que regresar.

Cuando llegó de nuevo a Venezuela, su niña de tres años tenía un cuadro de desnutrición grave. Fue entonces cuando, a través de un familiar, conoció el programa de comedores populares de la asociación civil Nuevo Amanecer y de inmediato recibió asistencia.

Actualmente, Kenyeli recibe alimentación para ella y sus cuatro hijos. Su niña que tenía desnutrición ya está recuperándose y aunque solo tiene garantizada una comida al día, para esta madre es un alivio.

Kenyeli, madre de cuatro niños, agradece a Dios por ser una beneficiaria de uno de los comedores de Nuevo Amanecer en el municipio. Dice que esta ha sido lo que necesitaban sus hijos para recuperar su peso habitual.

“No es fácil, pero seguimos adelante. (…) Gracias a mi Dios todos mis hijos han aumentado de peso desde que entraron al comedor, porque llegaron faltos de peso, no lo niego, pero desde que entraron al comedor han recuperado su peso natural”, comentó.

A Kenyeli todos los días le dan el almuerzo en el comedor y para esto debe recorrer 12 kilómetros en una bicicleta desde su casa hasta el comedor. En este trayecto tarda una hora para ir y otra para regresar. “Si no fuera por esto, mis hijos no comieran. Mis hijos dependen de este comedor”.

En este momento vive con sus cuatro hijos, su madre, su padrastro, su hermana y una amiga. Solo su padrastro trabaja como albañil. “Ahorita tiene una maraña y la está haciendo, pero a veces no hay trabajo”.

La comida que le dan en el comedor la reparte para que alcance para todos y cuando no hay para cenar le guarda un poco del almuerzo sólo para sus hijos.

Al equipo de Nuevo Amanecer en el municipio San Francisco les mueve la idea de poder ayudar a otras personas. La calidez humana brota en cada comida preparada. Su satisfacción se evidencia con las sonrisas en sus rostros mientras sirven al prójimo.

Para Kenyeli, Nuevo Amanecer significa esperanza y un nuevo comienzo. Y es lo mismo para otras más de 100 personas que reciben alimentación diariamente de esta organización.

El comedor funciona en la sede parroquial Santa Mariana de Jesús, en el barrio Suramérica del municipio San Francisco desde hace más de un año, como comenta su coordinador territorial, Esteban Nadal. Existen otros comedores de la asociación: dos ubicados en Zulia y uno en Falcón.

Además de recibir una alimentación nutritiva y balanceada, los beneficiarios también reciben orientación para mejorar el valor nutricional al momento de la preparación de los alimentos en sus hogares.

Si se suma la ayuda de los tres comedores, se contabilizan 470 personas a las que se les brinda alimentación balanceada una vez al día de lunes a viernes.

Nadal comentó que, específicamente en San Francisco, el 60 por ciento de las personas que se atienden son niñas, niños y adolescentes; 20% son mujeres embarazadas y lactantes y el resto son personas adultas mayores y personas con discapacidad.

La comida que reparten incluye proteína, carbohidratos, vegetales y frutas. También los orientan en temas de nutrición, manejo adecuado del agua, huertos familiares y protección familiar.

Las personas que se benefician de los comedores alimentarios en su mayoría son niños, niñas y adolescentes, mujeres embarazadas, personas con discapacidad y adultos mayores.

Conscientes de que los beneficiarios no tienen posibilidad de entregar aportes económicos, se suman en el mantenimiento del orden y la limpieza del lugar. “La gente cuando viene se da cuenta que no solo se trata de recibir la ayuda, por eso cuando tienen tiempo, barren el lugar, nos ayudan con las sillas, traen una bolsa para la basura, etcétera”, añadió. 

También han logrado sumar a la comunidad cuando han tenido que gestionar las respuestas de las autoridades por deficiencias con algunos servicios públicos como la recolección de basura o el servicio de agua potable.

Por las mujeres

Según los datos recabados por Codhez, para el año 2022, el 29% de los hogares en San Francisco tenían una mujer como jefa de hogar, lo que revela parte de la carga que recae sobre ellas.

En este sentido, Nuevo Amanecer también apuesta al empoderamiento de las mujeres y la lucha contra la violencia basada en género, a través de un acompañamiento directo a las mujeres en las comunidades y promoviendo que estas se articulen entre sí.

Brillitt Méndez es una de las integrantes de la red de mujeres “Flores del Desierto”, que se ha conformado en el sector Sabana Sur del municipio San Francisco, de la mano de esta asociación civil.

Ella comparte esta red junto a otras 10 mujeres más de su comunidad, que se han ido formando con Nuevo Amanecer desde mediados del año 2022. Luego de cuatro meses de formación y acompañamiento, hoy habla con propiedad de cómo prevenir y combatir las diversas expresiones de la violencia contra la mujer.

Brillit Méndez dice que la sororidad es la palabra que resume ese apoyo entre mujeres que ahora está consciente de que necesitan sus demás compañeras en la comunidad.

“Que el esposo porque llegue cansado del trabajo nos pueda tratar a gritos porque no esté o no le guste la comida, no es normal y no podemos aceptarlo como normal, porque eso es una forma de maltrato”, expresa.

Brillitt asegura que las cosas en su hogar han cambiado “muchísimo”, pues ha podido involucrar a toda su familia y hoy su esposo le complementa más y asume responsabilidades en la casa.

(izq a der) Gladys Beltrán, Martha Rocha, Brillit Méndez y Arinda Guerrero forman parte de la red de mujeres Flores del Desierto. Juntas se han convertido en un apoyo para toda su comunidad y para ellas mismas.

Este es el cuarto reportaje que comprende Rostros de la Esperanza, un seriado de crónicas, promovido por Codhez y presentado en alianza con El Pitazo, para visibilizar historias que merecen ser contadas en el contexto de la emergencia humanitaria compleja en Venezuela.

San Francisco, un municipio que se sostiene sobre la resiliencia de sus habitantes

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