Un estado sediento de justicia (I)

“Mi rutina comienza a las 3.00 de la mañana cuando llega el agua. Siempre que veo un chorrito le doy gracias a Dios porque cada vez es más escasa, pero estoy cansada de vivir este infierno que siento que me mata. El líquido que sale de los grifos de mi hogar y el de los vecinos, es entre verde y marrón, su olor es fétido y cuando alguien lo toca o lo toma, siento que desperdicia su vida por cada gota”.

El agua es un Derecho Humano y está consagrado en convenciones y declaraciones internacionales, como la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, la Convención sobre los Derechos del Niño, la Convención para la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, entre otras. Ademas, el contenido normativo del derecho al agua y las obligaciones de los Estados son desarrolladas con amplitud en la Observación General N° 15 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales.

El suministro de agua corriente en Venezuela depende del Estado y -el recientemente creado- Ministerio para la Atención de las Aguas (antes Ministerio para Ecosocialismo y Aguas), coordina el servicio de agua potable y saneamiento a través de Hidroven, cuya filial en el estado Zulia es la Hidrológica del Lago de Maracaibo (Hidrolago).

Letra muerta

El derecho humano esencial de acceso al agua potable se cumple cuando es suficiente y continuo según la Organización Mundial de la Salud (OMS). «Suficiente» significa entre 50 y 100 litros de agua por persona al día. Sin embargo, en la actualidad está lejos de ejercerse como un derecho efectivo.

Una encuesta realizada por MedioSur y la Comisión para los Derechos Humanos del Estado Zulia (Codhez) en el centro de Maracaibo y el sector Kilómetro 4 de San Francisco, entre julio y septiembre de 2018, a 227 personas que residen en 12 municipios distintos, develó que el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) número 6: “Garantizar la disponibilidad y la gestión sostenible del agua y el saneamiento para todos”, no se cumple y los avances para alcanzar las metas, seguimiento, revisión e implementación, establecidas en la Agenda 2030, son limitados o nulos.

La falta de acceso al agua y al saneamiento va ligada estrechamente a la pobreza. Cada día, millones de personas en el mundo, especialmente mujeres y niñas, emplean varias horas al día recorriendo largas distancias acarreando agua. Muchas veces las fuentes de agua están contaminadas, los trayectos son inseguros o las tarifas resultan económicamente inaccesibles para los más pobres. En el caso zuliano, las tendencias revelan que casi la mitad de la población consume agua sin tomar precauciones sanitarias.

El Estado venezolano está al tanto de la crisis hídrica, y con sus acciones u omisiones vulnera derechos como la vida, la salud, la alimentación, el trabajo, la educación, a un medio ambiente sano, entre otros.

Gotas de injusticia

Todo proyecto público o privado relacionado con abastecimiento de agua tiene que responder a cinco criterios fundamentales: (1) disponibilidad, un buen servicio de agua debe proporcionar un suministro suficiente y continuo para uso personal y doméstico; (2) calidad, el agua debe ser potable, salubre y libre de microorganismos o sustancias tóxicas para la salud de las personas; (3) aceptabilidad, el agua tiene que tener un color, olor y sabor aceptables; (4) accesibilidad, el agua debe ser accesible, a ser posible dentro del hogar o en sus inmediaciones -según datos de la OMS no puede estar a más de 1000 metros de distancia y el tiempo necesario para acarrearla no debe superar los 30 minutos-; y (5) asequibilidad, el acceso a los servicios de agua para uso personal y doméstico debe ser económicamente accesible para todo el mundo, en particular las poblaciones más vulnerables, teoría que, de acuerdo a la ciudadanía consultada, no se traduce a la realidad en la región.

 

De acuerdo a Hidrolago, en el Zulia se aplica un “esquema de distribución de agua de 36 horas continuas de suministro”, y 36 horas sin el vital líquido. El 12 de marzo de este año, Danny Pérez, presidente de la Hidrológica para la fecha, admitió que los sistemas de bombeo de agua potable, del que se benefician “más de cuatro millones de zulianos”, están “severamente afectados” debido a que las constantes fluctuaciones eléctricas dañaron motores, bombas, transformadores, tableros, generadores y demás componentes eléctricos.

Pérez señaló que “el plan de distribución -aún vigente- de «36 horas por 36 horas», lamentablemente, no se está cumpliendo…”. Al cruzar la información de Hidrolago con los datos que aportó la encuesta, sale a relucir que en el 30 por ciento de los hogares zulianos (a los que llega el agua por tubería) la Hidrológica no cumple ni siquiera con las 36 horas continuas de suministro de agua que en algún momento aseguró cumplir.

“Nuestro caso no es el único en el Zulia. María, mi compañera de trabajo, vive en un complejo residencial ubicado en el centro de Maracaibo y ahí se turnan para sacar agua de un pozo de manera manual con un balde y un mecate, para después subirlos a los apartamentos. Pedro, el chofer que le hace transporte a mi hijo, también me ha contado que en San Francisco -donde vive-, él y sus vecinos han abierto huecos de más de un metro de profundidad en la mitad de las carreteras para perforar las tuberías madres y crear tomas de agua improvisadas, porque nunca les llega. Se meten al hueco con una bombita y a todo riesgo, a veces sin tomar en cuenta que el agua se empoza y corren el peligro de morir electrocutados”.

Lejos de las metas 

Al comparar las declaraciones oficiales, los resultados de la encuesta y el “viacrucis” de las personas para encontrar “una gota” con la Escalera del Agua para Consumo, cuya iniciativa forma parte del Programa de Monitoreo Conjunto (JMP) para Agua y Saneamiento -producto de una colaboración entre la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF)-, resalta que en 2018 el Zulia se ubica en el escalafón de “limitado”, porque el agua que consume la mayoría de su población proviene de una fuente de agua mejorada con un tiempo de ida, espera y vuelta para conseguir agua mayor a 30 minutos. 

Al no cumplirse criterios relacionados con el abastecimiento de agua, como la disponibilidad, calidad, aceptabilidad, accesibilidad y asequibilidad, se vulneran los derechos a la salud y a la vida.

Sufrir diarreas de forma recurrente eleva los índices de malnutrición, de retardo en el crecimiento y el desarrollo intelectual de los niños y niñas, perpetuando el círculo de la pobreza.

Según el especial “Vivir sin agua”, publicado por Prodavinci, al menos 30 por ciento de la población venezolana vivió bajo racionamiento de agua corriente entre 2016 y 2017. De acuerdo a una encuesta realizada por el Observatorio Venezolano de los Servicios Públicos de la asociación civil ESDA, entre junio y agosto de 2018, uno de cada siete usuarios en Venezuela aseguró que el agua que recibe tiene problemas de olor, color o sabor.

Solo en agosto, se registraron 90 protestas para exigir agua potable en el país, según el Observatorio Venezolano de Conflictividad Social (OVCS). El Zulia es uno de los estados que encabeza la lista.

Del derechos al deber

Otra de las problemáticas más sensibles, es la vulneración del derecho a un medio ambiente sano. Gustavo Carrasquel, director general de la Fundación Azul Ambientalistas, explica que, en el caso de Venezuela, “debe existir una autocrítica”. El especialista resalta que la corrupción y la falta de inversión son dos de los flagelos que han afectado el suministro, aunque existen otros. “El sistema de tuberías de Maracaibo está obsoleto y colapsado. Muchas de las tuberías sufren de oxidación producto de la calidad del agua y paulatinamente desprenden metal. También hubo una sequía que duro casi tres años y las tuberías se han llenado de tierra”.

Carrasquel resalta de la lista de los flagelos que las personas rompen las tuberías de agua potable y le colocan cualquier cosa para taparlas. Esto genera un bote de agua permanente en el que se pierden miles de litros. “Vemos tomas de agua por doquier. Es un derecho, pero también es un deber”.

«Existe un problema de conciencia y vamos a pagarlo caro en un futuro inmediato”.

Toda agua que está a la intemperie está expuesta a recibir el impacto de la contaminación y la quema de basura es uno de los males que más alimenta la polución en el Zulia. Cuando el carbono que genera la quema de basura cae sobre el agua, el impacto de la contaminación es inmediato. Almacenar agua a cielo abierto cada día es más inoperante y científicamente se demostró que los agentes patógenos pueden trasladarse a través de sistemas de embalses a cielo abierto.

 

 

“Por ahora, puedo decir que tanto mi familia como yo, estamos bendecida y afortunada. Prefiero levantarme a las 3.00 de la mañana y pasar todo el día pegada a la bomba para llenar una pipa de agua podrida que sirve para el baño, que morir en el trajín de carretear un botellón o electrocutada para conseguir un sorbo que nunca llegó”.

 

Texto y Fotografía: Francisco Rincón

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