Cuatro voces de la crisis eléctrica del Zulia

Los zulianos no han tenido tregua con la crisis eléctrica desde que empezó el año 2018. Desde enero, la cantidad de fallas de servicio eléctrico son incontables y las horas sin luz bien pueden contarse por semanas.
El jueves 9 de agosto fue el inicio de una jornada fatal para los zulianos. Ese fin de semana algunos sectores contabilizaron 144 horas sin luz. El Zulia, cuya población asciende a más de tres millones de personas y que tiene la temperatura más elevada del país, se vio sometido a la tragedia de estar sin electricidad.
Porque estar sin electricidad implica soportar temperaturas más allá de los 35 grados centígrados, situación que afecta especialmente a niños y personas de tercera edad, los deja vulnerables, sin saber qué hacer porque no entienden lo que está pasando. Solo sienten el calor, la piel les pica y se enrojece, tienen mareos y les cuesta respirar.
Estar sin electricidad significa que no hay trabajo, es una incertidumbre para los empleados que se cuestionan cómo se ganarán el pan de cada día. Los comercios cierran y no es posible acceder a bienes y servicios para atender las diversas necesidades que se puedan dar. Es el caso de alimentos o medicamentos, o servicios como agua potable, telefonía fija o móvil, e internet.
Sin electricidad se deteriora la calidad de vida de las familias zulianas, sometiéndolas a vivir en condiciones no aptas para este nuevo siglo, donde la satisfacción de las necesidades vitales está vinculada con la prestación de servicios públicos de calidad.
Los servicios públicos como la electricidad son instrumentos para la garantía de los derechos humanos, asegurando efectivamente que las personas pueden ser atendidas de una forma adecuada en los centros de salud, trasladarse a sus trabajos, asistir a las escuelas, comunicarse, entretenerse. Vivir de una manera digna, simplemente.
Exhortamos a las autoridades gubernamentales a implementar soluciones frente al problema de la crisis eléctrica, que sean lo suficientemente eficientes a largo plazo y que ciertamente garanticen condiciones de vida digna para todos los zulianos.
A continuación, exponemos a través de cuatro testimonios cómo afectaron las fallas de servicio eléctrico ocurridas los días jueves 9 de agosto, hasta el domingo 12 de agosto, la esfera de derechos fundamentales de la persona, reiterando que al día de hoy, los zulianos tienen derecho a que se les responda con honestidad y transparencia cuándo se solucionará realmente, y qué tan profunda y grave es la crisis eléctrica que atraviesa la región.


 

 

Carlos Méndez
Paramédico
Sector Altos de Jalisco, Parroquia Coquivacoa.
Horas sin luz: 96

«El servicio se nos fue el jueves en la tarde y regresó el lunes a las 5 de la tarde. Mi abuela falleció a consecuencia de la falta de luz porque estuvimos más de tres días sin electricidad. Por no tener las condiciones necesarias, se nos complicó más por la enfermedad que padecía, ella sufría de diabetes y murió por un golpe de calor. Ella era muy blanca y se le puso la piel roja del calor.
Murió el sábado a la una de la madrugada, estaba en su cuarto y mi abuela necesitaba estar en un lugar fresco, donde estuviera bien. Murió como consecuencia del ahogo».  
Ramona de Méndez tenía 89 años de edad y sufría de diabetes. Cada vez que se iba la luz, Carlos recuerda que perdía el apetito y solo decía que tenía mucho calor. Pedía agua fría, pero era muy difícil conseguir agua fresca en la situación en la cual se encontraban.

 


 

Alba Marina
Bibliotecóloga jubilada
Urbanización El Naranjal, Parroquia Juana de Ávila.
Horas sin luz: 115

 «Revivir los días que padecí me resulta un poco traumático… Tantas noches sin dormir me produjo un estado de desesperación interna; vivir en un infierno. Mi cuerpo no resistía el calor… Era una deshidratación. Después de sufrir toda una noche sin dormir, esperaba la luz del día para hacer lo poco que se podía, tomar café, “desayunar”. Puro pan, porque el queso y el jugo de habían dañado.
Desde los primeros racionamientos, decidí mantener en el congelador de la nevera, varias botellas plásticas con agua. Luego, ante la cantidad de horas, sin electricidad, comenzaron a descongelarse. Ya no surtían efecto, las botellas congeladas se convirtieron en botellas de agua caliente.
Cada mañana debía bajar, para sentir un poco la sensación fresca, natural. Mis vecinos bajaban también, nos reuníamos, conversábamos, para aminorar la “dulce espera”. Cada quien, en su apartamento, esperando el milagro. Esperar el nuevo día, para seguir padeciendo la angustia que nos ha impuesto quien no ha sabido resolver la situación. En mi vida había pasado por este infierno. Eso, aunado a las carreras de apagar todos los electrodomésticos por los llamados “bajones”.  Si se queman, ¿quién responde por ellos?».

 


Ibán Ocando
Comerciante
Sector 1ero de Mayo, Parroquia Chiquinquirá.
Horas sin luz: 64

«La luz se fue el día jueves desde las 4 de la tarde, y regresó el viernes a las 3 de la tarde. Estuvimos casi 24 horas sin luz y se volvió a ir el viernes a las 8 de la noche, y no regresó hasta el sábado al mediodía. El domingo no tuvimos electricidad hasta el mediodía, en la tarde tuvimos, pero en la noche no teníamos luz, hasta que llegó como a las 11.
La falla me afectó grandemente. No pudimos dormir y se me dañó la comida que tenía refrigerada, tenía como cuatro kilos y medio entre carne y pollo que se echaron a perder.
La panadería que tengo estuvo cerrada por tres días, tres días de trabajo son muchas pérdidas para un comerciante. Fueron jueves, viernes y sábado. La pérdida fue grande, no se pudo trabajar y no se pudo producir y debes pagarle a los empleados, pagar el alquiler del local, los servicios, todo eso…  En la producción hay cinco empleados y en la venta, tenemos tres personas. Ninguno de ellos trabajó durante esos días».

 



 

Enny Lobo

Ama de casa

Sector 18 de Octubre, Parroquia Olegario Villalobos.

Horas sin luz: 37
«Cada vez que se nos va la luz, nos comen los zancudos. Por donde yo vivo hay en una cañada y la basura está por montones. Pasamos muy mala noche y dormimos muy mal. Mi bebé pasa mala noche, y para mí es muy difícil preparar los teteros en la oscuridad, tengo que tener cuidado de no quemarme. Hay veces en que se me quema la comida. Se me han quemado las arepas y es terrible.
Los días que estuve sin electricidad, sin refrigeración, se me echaron a perder dos jarras del alimento de mi bebé y la comida que tenía guardada. A ella le preparo crema de arroz, y el pote de crema de arroz está muy caro, lo consigo en 250 Bs.S. Si le preparaba el alimento otra vez tenía el riesgo de que se dañara.
Y otro problema que tenemos en mi casa es que mi mamá ya tiene la menopausia y le dan muchos calorones. Ella necesita agua, pero sin luz cómo hacemos para que beba agua fría».

 

 

Prensa Codhez

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