Empatía, asociación, orden y acción: el ciclo que salva vidas en La Villa del Rosario
En La Villa del Rosario, la sociedad civil a través de las organizaciones Cáritas y Rotary asumieron la misión de mitigar la desnutrición y las condiciones insalubres de niños, niñas y adolescentes en una de las subregiones más afectadas por esta patología en Venezuela.
Texto: Héctor Daniel Brito
Fotografías: Erick González
El sonido de las chicharras da la bienvenida a La Villa del Rosario, capital del municipio Rosario de Perijá en el estado Zulia. Esta serenata a capela es casi anónima: sus responsables trabajan sigilosas y en conjunto, pero con el deber de que se sienta su presencia.
Esa es su labor en territorio villero, su hogar.
Como si la vida misma se imitara en todas sus representaciones, en ‘La Villa’ la sociedad civil organizada asume la filosofía de trabajar acompañada, en tranquilidad, bajo un sol que enciende sus voluntades de nutrir personas en medio de la emergencia humanitaria compleja.
Todos cuentan
En el centro de esta comunidad, la Casa Parroquial congrega voluntarios y personas vulnerables; todos suman esfuerzos para ayudar donde haga falta. En la entrada, una señora de unos 80 años abre una pequeña puerta para quienes deseen ingresar a las instalaciones.
Aquí todas las personas cuentan y son bienvenidas.
Semanalmente, solo desde este centro se atienden a 40 niños y, cada 15 días, a 27 mujeres en estado de gestación. Éstas son ayudadas con vitaminas y se les brinda una mano, sobre todo, cuando van a dar a luz, bien sea con kits, ropa para bebés, charlas sobre lactancia, entre otros aportes.
En uno de los árboles de este espacio, un cartel sobre la trata de personas brinda información acerca de este crimen, al tiempo que en las mesas algunos adultos mayores se alimentan y varios voluntarios guían a mujeres embarazadas.
Ingrid Graterol ─directora de Cáritas de la Diócesis de Machiques─ se mantiene en constante movimiento durante cada actividad. Con una sonrisa y la mirada siempre atenta, lidera una diócesis que abarca 4 municipios zulianos: Rosario de Perijá, Machiques, Jesús María Semprún y Catatumbo. Junto a ella, 23 equipos locales, en las distintas parroquias y sus filiales, hacen posible una labor que busca hacer frente al contexto socioeconómico de esta subregión.
Al lado de la casa parroquial, la Iglesia Nuestra Señora del Rosario protagoniza la vista en el centro de esa localidad. No solo sus colores cálidos, propios de la arquitectura colonial, la hacen resaltar entre la Plaza Bolívar, los comercios y las estatuas de bovinos que se confunden con vacas reales cuando transitan por esas calles, sino también por su valor histórico: su construcción terminó en 1742, es decir, supera los 280 años; una edad que no aparenta ni fuera ni en su interior gracias al apoyo de la comunidad.
Este respaldo hacia la Iglesia católica ha sido una dinámica recíproca, pues organizaciones de promoción y asistencia que fomentan la caridad, como Cáritas, y clubes de servicio, como Rotary, comparten ideales del cristianismo, como la solidaridad y la compasión.
La Cáritas Diocesana de Machiques tiene 21 años al servicio de las personas más necesitadas y la integran 500 miembros activos que suman voluntades en las Cáritas parroquiales. Sus acciones tienen como fin el acompañamiento en todos los aspectos posibles, de manera individual y familiar.
Un poco más joven, Cáritas Nuestra Señora del Rosario nació hace 11 años y mantiene una articulación de 50 voluntarios. Como en el resto de otros equipos de Cáritas, sus principales enfoques son la nutrición, la salud, el abastecimiento de alimentos, la formación y promoción de higiene, el saneamiento y agua segura, y la promoción humana, enfocada en informar, educar y formar sobre temas vinculados a los derechos humanos.
Si de algo está segura Ingrid, y lo reitera muchas veces, es que la gente de La Villa del Rosario es solidaria, y recalca que cada persona que contribuye con las actividades de Cáritas se siente llamada por la fe, un principio que equipara con el amor, el compromiso y una misión espiritual.
“Es una misión de vida”, cree.
Durante sus jornadas de atención a madres e infantes, Cáritas monitorea el estado nutricional de niños y niñas para evaluar qué tipo de ayudas requieren.
Para quienes quieran ser parte de ella como voluntarios, Ingrid ilustra cómo es la dinámica: una primera etapa de curiosidad y observación de qué se hace en Cáritas, luego hay un habitual acercamiento al equipo o al sacerdote de la Iglesia y comienzan ayudando en las prácticas; un proceso que poco a poco les permite formarse y tener inducciones. El ritmo lo marca la misma voluntad.
Nutriendo la solidaridad
La nutrición es la bandera de esta organización de carácter internacional. En el país fue constituida por la Conferencia Episcopal Venezolana el 10 de enero de 1997, aunque su obra pastoral se inició de forma moderada en 1963. En el contexto actual, su labor es más que necesaria: de acuerdo con Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi) 2023, el 89 % de los hogares venezolanos padece inseguridad alimentaria.
Como una radiografía más de cerca, la Comisión para los Derechos Humanos del Estado Zulia (Codhez) sostiene en su Reporte sobre Seguridad Alimentaria – Agosto 2022 que buena parte de los zulianos se ven obligados a aplicar de forma cotidiana estrategias de afrontamiento o sobrevivencia para alimentarse, sin variedad dietética y discontinua frecuencia del consumo de alimentos sanos y nutritivos, en cantidades precarias o insuficientes, adoptando malos hábitos alimenticios que con el paso del tiempo afectan su salud y bienestar.
En respuesta a esta situación, Cáritas gestiona el Sistema de Monitoreo, Alerta y Atención en Nutrición (SAMAN), un programa gestado hace aproximadamente 8 años, permitiendo asistir y recopilar información de las realidades nutricionales de niños y niñas menores de 5 años, madres lactantes y embarazadas.
Como todos los miércoles, Katiuska Morales, coordinadora de SAMAN de Cáritas El Rosario, supervisa cuidadosamente que todos los integrantes del programa sean atendidos. Los infantes captados suelen ser asistidos en un período de dos o dos meses y medio, aproximadamente, aunque con un monitoreo permanente luego de lograr la recuperación de su peso.
De esta forma, identificar casos, medir, pesar, implementar alimentos terapéuticos listos para el consumo (barras nutritivas conocidas con las siglas ATLC) y guiarse de una tabla de Maventy —herramienta de registro de medidas antropométricas— es apenas el ápice de un trabajo vital para el desarrollo físico y mental de niños y niñas en estado de desnutrición.
En este sentido, para la identificación de nuevos casos, Cáritas opta por las “ollas solidarias”, un almuerzo que se realiza en diferentes comunidades de toda la diócesis para compartir un plato de comida y un momento de compañía. En este espacio apacible se realizan jornadas de distintas índoles, que incluyen el chequeo de los presentes para determinar cómo ayudarles.
Basados en una muestra mensual de 150 niños y niñas atendidos por Cáritas en la Diócesis de Machiques, esta organización precisa que un 10 % presenta desnutrición moderada a grave, que incluye la desnutrición aguda, es decir, cuando sus vidas están en riesgo, pues han desarrollado la patología en menos de 4 meses (reciente). Entre tanto, un 14 % presenta desnutrición crónica, como llaman a cuando existe carencia de nutrientes en su alimentación durante un tiempo prolongado, poniendo en riesgo su talla y el desarrollo de su cerebro.
De acuerdo con el trabajo de documentación de Cáritas, estas cifras convierten a la Diócesis de Machiques en una de las más afectadas por la desnutrición en toda Venezuela.
Escuchar también es hacer
En Cáritas Buen Pastor, ubicada en las adyacencias del casco central de La Villa del Rosario, la dinámica es similar. Este centro concentra la mayoría de los sectores más vulnerables de la población, donde las personas necesitan no solo ser atendidas, sino escuchadas. Y esta tarea define el quehacer de la joven de 27 años Ana Aura Finol, coordinadora de Cáritas Buen Pastor, quien cuenta cómo los índices de desnutrición en niños, niñas y madres lactantes encabezan la lista de las necesidades.
Viviendas construidas de lata, sin acceso a agua potable o sin ningún servicio público, caracterizan el hogar de niños y madres solteras. Ana Aura las conoce bien y analiza cómo ayudar, cómo darles esperanzas.
Entre sus visitas a las comunidades, ha aprendido cómo es la dieta de muchas familias rosarenses: la arepa sin relleno, el arroz sin otro contorno, plátanos, topochos o pasta sola (a veces con queso) y, en muy escasas ocasiones, la proteína de origen animal, por su alto costo.
En promedio, en estos sectores se come dos veces al día.
En este contexto, informar y formar a infantes, madres y adultos mayores sobre cómo filtrar el agua con métodos SODIS (siglas en inglés que refieren a la Desinfección Solar del Agua para consumo humano) y enseñarles destrezas como costura y peluquería puede significar un cambio significativo para sus realidades.
Hasta ahora, el itinerario de apenas una mañana ha abarcado Cáritas Nuestra Señora del Rosario, Cáritas Buen Pastor y luego Cáritas Cristo Rey, donde un gran equipo que ya terminó sus labores matutinas espera sonriente nuestra visita reporteril. Dentro de sus instalaciones, la figura principal de Rotary en La Villa del Rosario forma parte de la tertulia en la cocina de esa sede. En su mano derecha tiene las llaves de su automóvil y se muestra lista para guiarnos por su habitual laberinto hasta sus oficinas.
Distrito 4380
Rotary Distrito 4380, número correspondiente al club en La Villa del Rosario, cuenta con un gran espacio denominado el Complejo Rotario. Desde este lugar funciona su oficina, donde se lee en la pared principal: “Un lugar para vivir, algo para hacer, alguien a quien amar”, de la autoría del padre Marcelino Laurens; sacerdote que ejerció durante 50 años su misión eclesiástica en Rosario de Perijá.
La precaria situación de La Villa del Rosario no escapa de la vulneración al derecho a la educación. Esta arista la conoce muy de cerca Yasenis Rodríguez, una educadora de vasta experiencia. Su labor como coordinadora en un colegio privado en la población rosarense le ha permitido contrastar realidades.
Las brechas educativas son evidentes de entrada, pues en las instituciones públicas se dictan clases solo tres veces por semana. Además, el programa de alimentación escolar se encuentra paralizado.
El Complejo Rotario es el hogar de oficinas, un centro de salud y un comedor; lo que facilita ─por su cercanía─ distintas labores sociales de Rotary.
Entre las innumerables labores de Yasenis, destaca su función como presidenta de Rotary La Villa del Rosario, para el periodo 2023-2024. No existe mejor palabra que “función” para aludir a su cargo, pues ─como refiere una de las acepciones de la palabra─ cuenta con una capacidad de actuar propia de su naturaleza.
Yasenis conforma un grupo de 15 socios (seis de ellos activos desde el extranjero), quienes han multiplicado sus esfuerzos en pro de contribuir con el bienestar común de la población rosarense.
Rotary es una red mundial compuesta por 1.400.000 vecinos, amigos, líderes y personas dedicadas a solucionar problemas, quienes conciben un planeta en el que las personas se unen y toman acción para generar un cambio perdurable en sus comunidades y en sí mismos.
Su trabajo no es cosa de ayer. Por más de 110 años se ha adentrado en proyectos que promueven la paz, combaten enfermedades, proporcionan acceso al agua salubre y velan por su saneamiento. Como uno de sus grandes objetivos, durante más de 35 años ha trabajado para erradicar la polio —transmitida de persona a persona, por lo general a través del agua contaminada— y se resalta desde la organización que está cerca de la meta en el mundo entero.
Un almuerzo de la mano de todos
En las mismas instalaciones del denominado “complejo rotario” funciona el Ancianato Municipal de Rosario de Perijá, que tuvo su reapertura en 2022 a través de la alcaldía y fue bautizado con el nombre del referido sacerdote.
Cerca del mediodía, el área del comedor de este lugar está repleto de adultos mayores, quienes esperan almorzar, por una ocasional atención médica, por esparcimiento o por descanso. Este recinto tiene también diecisiete habitaciones, pero solo están dispuestas para el descanso de los ancianos luego de su alimentación: no pueden costear un equipo de cuidado que vea permanentemente de las personas.
El comedor encabeza los objetivos de Rotary: Yasenis organiza y busca ayuda constantemente para sumar esfuerzos y lograr que sean más días de actividad, porque conoce de cerca lo que significa tener un plato de comida garantizado para muchos de los comensales. Su convicción, además de la fe, es que la gente de La Villa del Rosario ayuda.
La ganadería, la agricultura y el comercio son el principal motor económico del municipio. De acuerdo con la Unión de Ganaderos del Municipio Rosario de Perijá del estado Zulia (UGAVI), la producción de leche mueve notablemente la economía local.
Diana Carolina Herrera, jefa de cocina del Instituto Municipal del Adulto Mayor (Imadam), forma parte de un grupo de cuatro mujeres que organiza y prepara los alimentos cada mañana. Su figura es fundamental en el orden del lugar y del resto de las acciones que se proponen desde Rotary, la iglesia católica, los productores locales, entre otros.
Yasenis comparte dos enseñanzas clave para lograr metas: planificar acciones y delegar.
Para Diana, quien tiene dos años dentro del Imadam, su trabajo se ve recompensado con la alegría de todos los adultos mayores, quienes caminan unos 3 kilómetros bajo el cielo descapotado en busca de su comida. Su mayor deseo por ahora es la disponibilidad de un transporte para ellos.
Luz en la oscuridad
Llega la tarde y la electricidad se va. Diariamente hay racionamiento eléctrico de un mínimo de cuatro horas, dependiendo del sector; así como puede aumentar la cantidad de horas, también el número de cortes.
El Observatorio Venezolano de Servicios Públicos (OVSP) reseñó a través de una medición que la deficiencia en la prestación del servicio eléctrico en el país alcanzó su nivel más crítico a finales de 2023, afectando un 76,6 % de los venezolanos, quienes lo evalúan de manera negativa. Para los rosarenses, este panorama se mantiene igual de oscuro.
Dentro del Complejo Rotario también opera una unidad de diálisis, la cual dispone de una planta eléctrica. Esta máquina permite la continuidad de las labores del centro y, por consiguiente, el tratamiento de 50 pacientes, tanto del municipio Rosario de Perijá como de zonas aledañas.
“Estamos en todo” es la frase que recalca con certeza Yasenis. En su cronograma apunta decenas de planes para el comedor, el centro de diálisis, así como también para las comunidades: jornadas de vacunación, acciones ambientales e, incluso, la idea de una primera edición de la Copa Rotary, con la que apoyan el deporte como medio de recreación y disciplina.
“Señora, vuelva”, le dicen los habitantes del sector sector 6 de Agosto, conocido como El Basurero. De manera anecdótica, cuenta que siempre le preguntan por qué asiste constantemente a esa comunidad, una de las más pobres de La Villa del Rosario. Ella responde que algo la llama “a no dejarlos atrás”, pues considera que para avanzar es fundamental no olvidar a nadie.
Cree en que lo importante es “reconstruirse” y generar esperanza, una palabra presente dentro del eslogan de Rotary este año: “Crea esperanza en el mundo”.
Según la Encovi 2023, como un referente cercano de la pobreza multidimensional, Maracaibo ─capital del Zulia─ registró un 72,0 %, solo siendo superada por las zonas rurales, con un margen de 72,8 %.
“¿Te acordáis de mí?”, le dicen siempre con curiosidad los niños. “¿Cómo no me voy a acordar?”, exclama Yasenis.
Está pronta a dejar de ser presidenta, pero su trabajo continúa, y no solo en Rotary: está entregada a la labor social donde pueda ayudar. Admite que a veces deja de llamarse Yasenis Rodríguez para ser “Yasenis adonde me llamen”.
La convicción de una mejora
Actualmente, la tasa de recuperación de SAMAN alcanza entre el 86 % y el 90 %, según el equipo de Cáritas, tomando en cuenta que al programa entran mensualmente ─solo en la parroquia El Rosario─ entre 20 y 25 niños y niñas. Como un cálculo más global, serían más de mil niños recuperados en esta pequeña comunidad desde 2016.
En Cáritas Buen Pastor atienden a 50 personas, entre niños, embarazadas y lactantes (a través de SAMAN). A este grupo se le garantiza el desayuno de los miércoles, mientras que a 35 adultos mayores se les guarda un almuerzo de lunes a viernes.
Asimismo, el comedor del Imadam atiende a una población aproximada de 55 personas de tercera edad, tres veces a la semana (martes, miércoles y jueves), y a 15 de ellas les suministran su alimentación a través de vecinos y familiares que buscan la comida en la sede.
A pesar de la falta de combustible en las estaciones de servicio, trancas frecuentes en la vía que los comunica con Maracaibo por los reclamos desatendidos del pueblo yukpa, pipas de agua potable ofertadas en 10 dólares… Ingrid, Katiuska, Ana, Yasenis, Diana y muchos nombres más, mantienen su vocación de ayudar.
Como resume muy bien la destacada defensora de derechos humanos Susana Raffalli, asesora técnica de SAMAN, es la evolución hacia “una acción humanitaria cada vez más relevante para las necesidades del país”.
Un miércoles en La Villa del Rosario es un día ambientado con rostros amables, energía a prueba de temperaturas, una tranquilidad basada en la certeza de que todo mejorará y de las chicharras cantando en conjunto en los árboles.