Voluntad y redes de apoyo, el camino de la recuperación mental en Maracaibo

Restableser, el Centro de Atención al Esquizofrénico y la Fundación Alzheimer funcionan como redes de apoyo para las personas que padecen trastornos mentales en la ciudad de Maracaibo, donde el 66 % de la población presenta malestar psicológico.

 

Texto: Andrea Salas

Fotografías: Erick González


Cuando la enfermedad ataca la mente, las bases del bienestar humano se tambalean. En medio de la incertidumbre, Maracaibo, considerada la segunda ciudad de Venezuela, dispone de un círculo virtuoso capaz de dar aliento a quienes experimentan malestares en su salud mental. Cada eslabón aborda problemas particulares, pero juntos logran complementarse en la tarea de derribar las barreras de la mente.

Michelle Fuentes es parte de la familia del Hospital Psiquiátrico de Maracaibo desde hace 6 años. En sus jornadas como jefa del Servicio de Rehabilitación, llamado Restableser —por su misión de recuperación integral del ser—, usa su filosofía como brújula: “el paciente tiene un poder creador, basta con darle un lugar”. Junto con un equipo de cinco mujeres, acompaña a las personas internadas e impulsa su sanación a través de terapias de arte, trabajo y juego.

Del otro lado de la realidad, Alexander lleva más de la mitad de su vida con un diagnóstico que ahora acepta: esquizofrenia residual psicosocial moderada. Los episodios de violencia del pasado son incalculables, pero lo que sí cuenta con exactitud son los 25 años y 8 meses que tiene libre de crisis. El Centro de Atención al Esquizofrénico y Familiares (Catesfam) es un aliado clave en su estabilidad emocional y también es su sitio de trabajo desde hace dos décadas.

La salud mental constituye un eje fundamental de la salud integral de las personas. Diversas iniciativas y voluntades así lo reconocen. Trabajan para visibilizar esta realidad y fortalecer el bienestar, sobre todo, en contextos de mayor vulnerabilidad.

En un escenario diferente se encuentra Rosa. Su memoria es cada vez más frágil. No recuerda su edad, tampoco es consciente de la demencia vascular que padece. Sin embargo, todos los sábados, durante tres horas, disfruta de actividades de arte y recreación en la Fundación Alzheimer Venezuela, Capítulo Zulia. Baila, canta, actúa, juega y sonríe, vuelve a olvidar, pero tiene un grupo de amigos que le regala valiosos momentos de felicidad.

El informe anual ¿Cómo está la salud mental en el Zulia?, publicado por la Fundación Rehabilitarte, revela que seis de cada 10 zulianos experimentan malestar psicológico y, dentro de este conjunto, un 46,7 % reporta niveles bajos, 14 % niveles moderados, mientras que el 1,4 % está en situación de gravedad. Otro hallazgo indica que el grupo etario más afectado corresponde a los adolescentes.

El estudio fue desarrollado en los municipios Maracaibo, San Francisco, Colón, Cabimas y Mara, donde se abordaron aspectos como la somatización, las obsesiones y compulsiones, la sensibilidad interpersonal, la depresión, la ansiedad fóbica, la psicosis, la hostilidad y la ideación paranoide. Más allá de los padecimientos, la investigación confirmó que la escasez de los psicofármacos repuntó al 61 % y los costos se elevaron un 115 % en 2023.

 

El taller de arte para crear sin límites

Las patologías psicosociales no son las protagonistas en el Taller de Arte y Rehabilitación del centenario Hospital Psiquiátrico de Maracaibo. En esta amplia sala, dirigida por el equipo de Restableser, los pacientes creadores se reinventan mediante expresiones artísticas y exhiben su galería de dibujos, pinturas, figuras de origami, macetas decoradas y acrósticos.

Restableser se encarga de divulgar los trabajos artísticos que hacen los pacientes en sus sesiones de arteterapia. Muchas de las obras vendidas llegan a estados como Trujillo y Falcón.

Michelle empieza la sesión de arteterapia con ejercicios de estiramiento y relajación. Con música instrumental de fondo, los participantes escuchan atentos las pautas para el reto del día: moldear piezas con plastilina. Cada uno escoge lo que quiere hacer y empieza a crear.

Las psicólogas llegan temprano para su faena. Ivana Quintero y Rita Castillo visitan a los pacientes en los dormitorios para chequear que hayan desayunado, tomado su medicación y estén aseados. Michelle y Amarelys Perozo organizan el espacio del taller para la sesión. Dos ventiladores refrescan a medias la calurosa mañana de este viernes. Los altos ventanales dejan que la luz natural se cuele. Ambientación, materiales, dos laptops con los videos de muestra preparados. Todo está listo.

Se reparten en dos mesas largas para servir como guías. Atienden los detalles y se aseguran de canalizar el proceso creativo de los 11 artistas. Repiten con paciencia las instrucciones, los motivan a que completen el proyecto, observan en silencio, festejan los logros, disfrutan del momento, los acompañan al baño… No paran.

Ivana toma fotografías y, después, trae una bandeja con el refrigerio: galletas, jugos y cafés que se acaban en un parpadeo. Su colega Dalal Hage se suma a los dos talleres de arteterapia y terapia ocupacional, más las rondas de evaluación y consultas que realizan todas las semanas.

La asistente administrativa Luisa Pozo hace su aporte al servicio con las historias médicas, la atención al público, el agendamiento de citas, el registro de morbilidad, el control de inventario y, en ocasiones, completa su papel multitarea como auxiliar de taller para reforzar la logística.

Haciendo espacio entre sus ocupaciones cotidianas, el joven equipo de Restableser destina voluntariamente su tiempo para asistir a otros.

“Somos nosotras para todo”, enfatiza Michelle, convencida de que juntas son imparables. “Las personas que han pasado por aquí lo disfrutan. Esto tiene algo que engancha, hay una afinidad con los pacientes. Rita y yo fuimos pasantes y nos quedamos”, comparte entre sonrisas, aunque también haya tenido razones para irse; ninguna tan fuerte como su compromiso.

Ahora, el equipo se concentra en el reto de construir la identidad de Restableser, que aún está en crecimiento, pero con unas pautas bien definidas: visibilizar el trabajo creador y “ser la cara del paciente fuera del hospital”.

 

La urgencia: la salud mental

“Una de cada ocho personas en el mundo padece un trastorno mental, caracterizado por la alteración significativa de la cognición, la regulación de las emociones o el comportamiento”, detalla la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Desde la pandemia por el covid-19, las miradas cayeron sobre la salud mental: el confinamiento y los 29 millones de fallecidos dejaron lesiones emocionales en la sociedad global. La profesora universitaria y psicóloga clínica y social Yorelis Acosta revela que las alteraciones psicológicas se hicieron más evidentes en quienes ya las presentaban, con síntomas acentuados y más resistentes. “Las solicitudes de atención aumentaron”.

Advierte que la mayoría de los venezolanos no alcanza su bienestar y la emergencia humanitaria compleja está directamente relacionada, dados factores de riesgo como el desempleo, la inseguridad económica, las constantes fallas en los servicios públicos, la migración forzada más el colapso y falta de acceso al sistema de salud mental en diversas zonas.

Entre tanto, ‘el Psiquiátrico’ es el epicentro de atención en esta materia para el Occidente de Venezuela desde 1940, pues no solo brinda asistencia al estado Zulia, ubicado al noroeste del país, sino que abarca sus entidades limítrofes: Falcón, Lara, Trujillo y Táchira. Mensualmente, medio centenar de personas visita las instalaciones para consultas externas, pero es en la emergencia donde se agrupa la mayor demanda: unos 700 casos.

Las otras áreas de la región no cuentan con este servicio.

El Hospital Psiquiátrico de Maracaibo ofrece atención profesional las 24 horas y también los medicamentos psiquiátricos para pacientes hospitalizados o de consulta externa.

Por el momento, 30 hombres y mujeres adultos permanecen hospitalizados con patologías del estado de ánimo, como depresión o ansiedad severa; episodios de psicosis breve e intentos de suicidio, pero la mayor parte de la plantilla manifiesta padecimientos incluidos en el espectro de la esquizofrenia y del área afectiva. Además de los pacientes con enfermedades diagnosticadas, aquellos en situación de abandono se incorporan en este grupo vulnerable por su discapacidad psicosocial.

 

La casa de Beatriz

Beatriz (nombre ficticio) sufre de trastorno afectivo bipolar tipo I y hace 15 años fue internada en el Hospital Psiquiátrico por haber experimentado episodios psicóticos propios de su condición. Sus compañeros y el personal son su familia, no tiene a nadie más que funja como responsable ni un lugar a donde ir, y esta es la razón por la que no ha recibido su alta médica.

Mientras moldea un pez y un árbol con plastilina, comenta: “Cuando estoy aquí, se me olvida todo. Aprendemos bastante. Nos tratan con mucho cariño y respeto. La pasamos fenomenal”.

Con 66 años, mantiene una afinidad por el arte. Le gusta dibujar mariposas, princesas y hogares. Cuenta orgullosa que, hace poco, una doctora pagó 10 dólares por uno de sus cuadros. Se considera una experta en acrósticos y poemas, de hecho, muchos de sus versos están dedicados al ‘Psiquiátrico’, donde le reiteran que su valor va mucho más allá de su enfermedad.

Gracias al acompañamiento de Restableser, bautizado con ese nombre en 2022, el trabajo de los pacientes creadores se promociona en bazares, exposiciones y ferias. Entre sus iniciativas está Una flor por una sonrisa, destinada a intercambiar flores elaboradas con material de provecho por donativos. Invierten los fondos recaudados en la compra de artículos de higiene personal, pues los aportes del Estado son insuficientes. El servicio no recibe financiamiento adicional, salvo donaciones esporádicas de personas y organizaciones.

Las actividades de arte estimulan la motricidad fina, al tiempo que promueven la autoestima, la concentración y la relajación.

Sin importar el contexto, este equipo joven siempre se las ingenia: nunca faltan los planes para complacer todos los gustos de sus pacientes, que incluyen actividades de bisutería, higiene, jardinería, yoga, teatro, música, danza… Organiza paseos al parque Vereda del Lago ―que colinda con el estuario más grande de América Latina― y, el más reciente, fue a una playa de la ciudad.

Solventar la crisis, crecer de la experiencia, conectar a los pacientes con el mundo exterior y reinsertarles en su entorno es la misión que persigue Restableser, “en este lugar seguro para ellos”, como lo llama Michelle.

Desde sus inicios, el Hospital Psiquiátrico realiza terapias de arte y trabajo. Entre 1940 y 1950, hacían actividades con arcilla, cuero y madera.

El abismo de Alexander

Estuvo casi tres días inconsciente por una intoxicación etílica. Consumía licor casi a diario, pese a la advertencia de su psiquiatra de que el exceso de alcohol y la esquizofrenia es una combinación peligrosa. La adicción detonó, una y otra vez, episodios de agresividad que lo mantenían atrapado en una espiral de peleas, aun estando medicado.

La esquizofrenia se caracteriza por una importante alteración en la percepción de la realidad y por cambios de comportamiento. La Organización Panamericana de la Salud (OPS) y la OMS explican que el tipo residual psicosocial suele venir acompañado con la lentitud psicomotriz, la hipoactividad, la limitación del habla y la vivencia, la expresión restringida de las emociones, la incapacidad para experimentar interés o placer, y el retraimiento social.

Alexander pensaba que lo perseguían. Veía, oía y sentía cosas que no eran reales; alucinaba constantemente; le costaba mucho conciliar el sueño. Pero la vida solía ser muy diferente para este técnico electricista e instrumentista que trabajó cuatro años en Italia y tuvo una empresa propia de servicios para la industria petrolera en el estado Anzoátegui, en el oriente venezolano.

Colapsó.

Fue transferido al Hospital Psiquiátrico de Maracaibo, allí permaneció 30 días. “Todavía recuerdo una mesa ovalada grandísima donde se reunió el panel de especialistas. Había unos 15 psiquiatras cuando me dieron la libertad”, rememora el hombre que fue diagnosticado a los 28 años con esta patología psiquiátrica crónica que afecta a unas 24 millones de personas a escala mundial.

Alexander (izquierda) tiene dos hijos y cinco nietos. Ofrece su testimonio de vida a las personas que necesitan apoyo para afrontar un diagnóstico y agradece su rehabilitación a Catesfam.

La aceptación, una victoria

En varias ocasiones, estuvo internado en clínicas privadas. Le tomó años elegir el camino de la verdadera rehabilitación. Llegó el momento: dejó el alcohol y empezó a tomar conciencia sobre la esquizofrenia, la aceptación fue el punto de partida para un cambio definitivo. A sus 67 años, hoy cuenta con orgullo los 25 años y 8 meses que lo separan de la crisis.

En este proceso, que implica disciplina, convicción y compañía, los servicios integrales de salud mental de Catesfam “son una luz en el túnel de la oscuridad de nuestra mente”, resume, luego de 22 años de apoyo.

2.700 jóvenes y adultos también han recibido ayuda de esta fundación que nació hace 26 años. Bajo un modelo de recuperación biopsicosocioespiritual, abordan prácticamente todas las psicopatologías.

Su fundadora, Damelis Salazar, buscaba respuestas tres décadas atrás. Su hermano padecía esquizofrenia y carecía de un sistema de soporte, ella no contaba con la información que hoy se encarga de difundir. Eso la motivó a levantar este centro.

Enfatiza que uno de sus pilares es la educación de la familia, la sociedad y el paciente, para que este alcance la autonomía e independencia.

Las reuniones de autoayuda son los motores del plan de rehabilitación.

En las sesiones grupales, debaten temas de interés y comparten experiencias. Por su lado, las reuniones de poder superior están orientadas al crecimiento espiritual. Adicionalmente, habilitan un espacio dedicado a los familiares, diseñado para aprender más sobre las patologías psiquiátricas, comprender los desafíos que enfrentan sus seres queridos y recibir orientación para consolidar un acompañamiento adecuado.

Los encuentros entre los catesfamistas representan un espacio seguro y una fuente de fortaleza para construir y sostener la rehabilitación.

Lo cierto es que la familia puede funcionar como un catalizador positivo en la estabilidad de los pacientes. Francisco Scire toma la palabra en el círculo del grupo de autoayuda. No sufre ninguna enfermedad, acompaña a su esposa María, diagnosticada con trastorno afectivo bipolar hace 30 años, nueve después de casarse. “Hicimos un taller familiar que cambió nuestras vidas radicalmente. Esto es lo mejor que nos ha pasado”, comparte su testimonio y luego la abraza.

 

La reinserción como bandera

Catesfam tuvo filiales en los estados Falcón, Táchira y Carabobo, al igual que en Colombia. Actualmente, solo permanece operativo en el municipio Mara, de Zulia, y en Caracas, además de su sede en Maracaibo. Una de sus apuestas es derribar el estigma.

El fundador y asesor del centro, Néstor Andrades, lamenta que la enfermedad mental se ‘satanice’ y se minimice a personas valiosas. Insiste en la psicoeducación a través de talleres internos, en comunidades y en colegios.

La asistencia psicológica y psiquiátrica es una de las bases del apoyo que ofrece Catesfam a quienes buscan retomar su bienestar.

Este psiquiatra es más que un médico, se considera familia de los catesfamistas. “Sufro cuando atraviesan una crisis o recaída. No quiero volver a verlos en el ‘Psiquiátrico’, quiero verlos aquí, en Catesfam”, les reitera durante la reunión de autoayuda.

La validación más importante comienza en casa: como parte del programa de inserción laboral, 10 pacientes trabajan en Catesfam. Alexander se encarga del mantenimiento, infraestructura, electricidad hidráulica, cerrajería y carpintería. Ocho de sus compañeros se ocupan de áreas como el banco de fármacos, la asistencia de consultas, la jardinería y la limpieza.

María es la recepcionista y recibe a los visitantes con emoción la mañana de este viernes. No titubea al presentarse, comparte su diagnóstico sin filtros. Guía el recorrido por las instalaciones de la sede alquilada que ocupan desde enero de 2023.

Se detiene al ver una pequeña mesa azul con un retrato de Brunilda Báez, la enfermera que participó en la creación de Catesfam, quien se abocó a la formación de las familias y se mantuvo activa hasta su muerte en 2022. Es parte de los “miembros en el cielo”.

Aquí nadie es olvidado.

Nadie se queda atrás en el equipo de Catesfam cuando se trata de encontrar esperanza en acciones cotidianas.

Entre los programas que promueve Catesfam, están Amistad en línea, para monitorear la evolución de los participantes a través de llamadas telefónicas pautadas para indagar cómo se sienten, sus síntomas, la aplicación del modelo de recuperación y sus fallas. No todo es blanco y negro con los colores, que contempla actividades de arteterapia; y las visitas domiciliarias.

Esta organización continúa creciendo en la esperanza de reconocer la humanidad como el valor fundamental de todos sus miembros. En medio de la diversidad y la adversidad, les recuerda un mensaje poderoso: “No están solos y pueden alcanzar una vida libre de crisis”.

 

El olvido de Rosita

La convención social los ubica en la tercera edad, pero su entusiasmo marca un tiempo diferente: el de ser niños de nuevo. La soledad, las dolencias y la pérdida de sus recuerdos se disipan en esta casa amplia, solo hay espacio para una bulliciosa felicidad. Son las 9:00 de una mañana lluviosa.

La cita perfecta de cada sábado por fin llegó.

Los momentos de distensión y reencuentro han garantizado un nuevo espacio sanador en los quehaceres del Club Manona.

Todos se visten ‘de punta en blanco’, se saludan con la calidez de una familia y juntan su emoción en la sala de espera de la Fundación Alzheimer Venezuela, Capítulo Zulia.

Rosita llega en compañía de Maryury, su única hija. Es parte de la lista de los 30 favorecidos por esta organización sin fines de lucro dedicada a la atención integral de toda la familia, en especial, de los adultos mayores sanos o afectados por trastornos neurocognitivos.

Tiene 75 años, pero no lo recuerda, cree que tiene 15. Casi siempre olvida qué hace en ese lugar o dónde está el salón de talleres. Su memoria, cognición y capacidad para realizar actividades cotidianas están afectados como consecuencia de la demencia vascular. Otras 55 millones de personas en el mundo manifiestan este deterioro, en cualquiera de sus formas.

Rosa disfruta de la lectura, el canto y contagiar de alegría a sus compañeros con sonrisas que resultan naturales.

Desde julio de 2023, Rosa forma parte del Club Manona, como es conocido su grupo, en homenaje a la fallecida, querida y muy recordada escritora Emérita Mercado, quien lideraba los talleres de poesía, teatro y música. Su condición no le impide disfrutar al máximo de las actividades sorpresa de los talleres de estimulación cognitiva general. Nadie puede negar que destaca en el baile, el canto y los refranes; aprovecha las películas, los juegos de bingo y las partidas de dominó.

La memoria de Emérita Mercado, mejor conocida como “Manona”, se mantiene viva entre los miembros y allegados a la Fundación Alzheimer Venezuela. Además de las actividades recreativas de los fines de semana, en sus instalaciones también ofrecen servicios de salud en diversas áreas.

Ininterrumpidamente desde 2017, esta asociación, además de los talleres, ofrece consultas de neurología, psiquiatría, nefrología, cardiología, neuropsicología, psicopedagogía y terapias de lenguaje para toda la familia con precios subsidiados y opción de exoneración del pago, tras un estudio socioeconómico.

 

La socialización como terapia

Reír es el único requisito para participar en la fiesta semanal. El estrecho salón verde los recibe con globos y música. El equipo de 10 psicólogos y voluntarios está listo para una mañana de acción.

“Somos faranduleros”, “aquí no aceptamos feriados, siempre venimos”, “estamos listos para portarnos ‘mal’”, “vamos a mostrar nuestros ‘pasos prohibidos’”, dicen y mantienen la energía de principio a fin.

La penitencia de algunos es cantar en inglés, otros se divorcian y se vuelven a casar en una misma ceremonia. Los conocimientos se ponen a prueba con dos rondas de preguntas de ¿Quién quiere ser millonario?; dos equipos se disputan el triunfo por un premio simbólico en dólares virtuales.

La futura psicóloga María Luces, de 22 años, anima la sesión. Basta con verla unos minutos para confirmar su pasión por lo que hace. Empezó como pasante y ahora  coordina los talleres junto al psicólogo Luis Villalobos, quien fue parte de la reapertura de la institución, hace 7 años, cuando apenas tenía 18.

Las labores de esta fundación son impulsadas por jóvenes que demuestran, con suficiente iniciativa y generosidad, su capacidad de entrega y servicio.

Trabajan con mística, y sin retribución económica, por el bienestar de los usuarios. Multiplican sus ideas y sus esfuerzos para ser los mejores acompañantes.

De acuerdo con la OMS, alrededor del 14 % de los adultos de 60 años o más vive con algún padecimiento mental. Resalta que la soledad y el aislamiento social son factores de riesgo clave para las afecciones de este tipo en las etapas posteriores de la vida. El sondeo más reciente de Rehabilitarte encontró que 5 de cada 10 adultos de la tercera edad en el Zulia presentan malestar psicológico.

Sonia Rodero, de 80 años, solía tener pensamientos negativos y mucha tristeza que se mezclaban con sus síntomas del párkinson. Con la asistencia psicológica de la Fundación Alzheimer Venezuela, su estado de ánimo está en progreso.

Encontrar redes de apoyo y compartir sus alegrías con otras personas son las mayores satisfacciones que comentan los beneficiarios de los programas de la Fundación Alzheimer en el Zulia.

La socialización es determinante, afirma Luis. “La familia tiende a aislarlos. La mayoría de los adultos que tenemos está sola en casa porque sus hijos emigraron. Esto acelera su deterioro y, por eso, nos encargamos de orientar a los familiares”.

Aquí, tienen refugios de protección, comprensión, amor, inclusión y validación para sanar, interactuar, ser auténticos, ser los protagonistas, ser libres.

En Restableser, Catesfam y la Fundación Alzheimer Venezuela, las cercas de los diagnósticos se caen y, en su lugar, se levanta una sólida red de apoyo para que las personas puedan desarrollar su poder creador y reescribir su historia.


Este es el segundo reportaje que comprende la segunda temporada de Rostros de la Esperanza, un seriado de crónicas, promovido por Codhez y presentado en alianza con El Pitazo, para visibilizar historias que merecen ser contadas en el contexto de la emergencia humanitaria compleja en Venezuela.

Voluntad y redes de apoyo, el camino de la recuperación mental en Maracaibo

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