“Somos un pueblo con una cultura viva, con voz propia, y necesitamos que nos escuchen”

“Llegué por mi principio de vida, el creer en la justicia y en la dignidad de la vida”, así resume su labor como defensora de los derechos de los pueblos indígenas Olimpia Palmar Palmar, cuya trayectoria también como activista le ha permitido trabajar en conjunto con organizaciones no gubernamentales como el Comité de Derechos Humanos de la Guajira, medios como la Red Nacional de Radio Fe y Alegría (corresponsal en Paraguaipoa) y formar parte de proyectos independientes a favor de la atención a las comunidades indígenas.

Al hablar sobre sus “andanzas”, como le gusta llamarle, dentro del activismo y la defensa de derechos humanos de la población indígena, rescata el valor de la empatía como norte de sus labores y proyectos. “La empatía surge de las mismas barreras que tuvimos que superar para poder acceder a educación, a la alimentación, a la interculturalidad”.

Actualmente, se dedica a acompañar a diferentes comunidades, en especial con experiencias de mujeres indígenas en zonas rurales, para fortalecer capacidades en materia de emprendimiento, empoderamiento y economía circular, a través de la recuperación de técnicas ancestrales como el tejido y el reciclaje en comunidades de la Guajira colombiana.

Asimismo, forma parte también de la Red de Comunicaciones del Pueblo Wayuu, desde la que crea contenidos bilingües para radio, redes sociales y otras plataformas. Desde allí, busca orientar información necesaria para la prevención en tiempos de pandemia y sumar voces en el llamado a la vacunación para las comunidades rurales de Colombia.

Por su compromiso y dedicación por la reivindicación de los derechos humanos de los pueblos indígenas, desde la Comisión para los Derechos Humanos del Estado Zulia (Codhez), le reconocemos como nuestra defensora del mes.

 

El acompañamiento a las diversas etnias indígenas en el Zulia te ha mantenido cercana a las realidades de esta población. ¿Cómo evalúas la situación general y la protección de los derechos humanos de los pueblos indígenas en la región?

“Venezuela es uno de los países que tiene mayor solvencia moral frente otros gobiernos por la variedad de leyes que protegen los derechos fundamentales de los pueblos indígenas, sin embargo, el país no tiene esa mirada de respeto para la construcción de la interculturalidad con los pueblos indígenas.

La situación general en cuanto a la protección de los derechos de los indígenas es caótica. Estamos volviendo a tiempos que están fuera del estado social de derecho. Podemos ver cómo se arrincona a la población indígena por falta de acceso a la alimentación, a la salud, al libre tránsito, y teniendo un territorio militarizado sin consulta previa. Es muy deprimente para los pueblos indígenas del Zulia.

También hemos visto, por ejemplo, el inacceso a la salud del pueblo yukpa, que también se repite en el pueblo barí, incluso en el pueblo añú, que es muy pequeño y es un pueblo de agua, pero al no tener condiciones de vida en las orillas, ¿cómo puede subsistir este pueblo indígena? Esto les obliga a vivir desplazándose continuamente a las zonas urbanas, a los pueblos más cercanos, para poder subsistir. Por todo esto, el estado de la protección de derechos de los pueblos indígenas en la región zuliana lo veo muy caótico”.

 

¿Sobre cuáles situaciones en concreto has hecho mayor énfasis desde tu labor como defensora de derechos humanos de los pueblos indígenas?

“Ha sido una labor muy integral, y así lo vemos desde los pueblos indígenas. Nosotros miramos al efectivo ejercicio de nuestros derechos como el buen vivir, como lo que debe ser.

Entonces, desde esta concepción, la mirada hacia el ejercicio de los derechos humanos en los pueblos indígenas para mí es integral: tiene que ver con los derechos de los niños y niñas, de las mujeres, con el derecho a la identidad, al territorio, a la espiritualidad; los derechos son parte de todo, hasta de la naturaleza donde vivimos.

Nos hemos destacado en el ejercicio del derecho a la comunicación indígena, que tiene que ver también con el derecho a la libre expresión. Hemos trabajado también con el derecho de las mujeres,derechos a su salud sexual y reproductiva, derecho de la niñez… Yo fui parte del equipo, nombrado en gaceta oficial por el gobierno, para trabajar y recopilar las propuestas para la Ley Orgánica de Protección del Niño, Niña y Adolescente. En aquel momento tenía entre 14 y 15 años de edad aproximadamente, y ya estábamos recogiendo propuestas de otros niños en mesas de trabajo, buscando entonces como interpretar lo que era la LOPNNA.

También hemos trabajado en la defensa del territorio como un derecho colectivo de los pueblos indígenas, hemos trabajado para el derecho a la consulta previa e informada. Hablar de algunos enfoques en particular se me hace difícil, porque lo veo desde el punto integral”.

 

Las etnias indígenas han sobrevivido a procesos de violencia y opresión a lo largo de su historia. ¿Qué elementos consideras que han sido clave para resistir, manteniéndose firmes en la defensa de sus territorios y el fortalecimiento de su cultura?

“Uno de los elementos claves para la resistencia ha sido la educación como un puente de interculturalidad entre los pueblos indígenas y la sociedad occidental. Pudiéramos decir que las sociedades indígenas han tomado elementos de esta formación o de educación para poder resistir en el territorio y también a los embates de la globalización o el cambio climático.

Son tiempos muy duros para los pueblos indígenas que están en zonas rurales, pues existe un alto índice de necesidades básicas insatisfechas, lo que se refleja en la negación del ejercicio al derecho a la salud, a la vivienda, a la vida digna y acceso al agua como fuente de vida.

Entonces, todos esos índices también nos indican que hay un contexto muy fuerte, que hay que mirarlo desde lo más alto, lo más global, hasta lo más particular de cada pueblo indígena para poder encontrar en los territorios posibles soluciones, apuestas y alianzas para que la resistencia de los pueblos indígenas sea realmente efectiva y sean lazos de hermandad que permitan la construcción del buen vivir desde los territorios”.

 

Muchos pueblos indígenas se enfrentan diariamente a la carencia de condiciones de vida digna, dificultades para acceder a los alimentos, discriminación y la no garantía de sus derechos humanos más básicos. ¿Qué acciones podrían aumentar la incidencia en la exigibilidad de estos derechos?

“Acciones hay muchas para generar incidencia en la exigibilidad de nuestros derechos. Creo que más que la exigibilidad de los derechos, está esa libertad en ejercer ese derecho y en poder decirle al Estado:‘Aquí hay un pueblo con una cultura viva, con voz propia y con sus propias formas de organización con sus propias instituciones y necesitamos que nos escuchen’.

Se tiene que dejar de ver a los pueblos indígenas como a esos sujetos que hay que atender: hay que atenderles la educación, la salud… y esa atención está pensada desde las oficinas de Caracas o de Maracaibo.

La mejor forma de incidir en el gobierno para el cumpliendo del libre ejercicio de nuestros derechos es necesariamente que el gobierno tenga esa capacidad de poder construir las políticas públicas con los pueblos indígenas en sus territorios, en sus comunidades, teniendo en cuenta su educación, y sobre todo su espiritualidad y sus propias formas de organización; que no sea un gobierno asistencialista.

Ese es el reto de las organizaciones, invitar al gobierno a que no crea que las comunidades indígenas están representadas porque hay un ministerio indígena o un funcionario, sino que debe haber una metodología trabajada para dar opciones con un plan nacional desde y sobre los pueblos indígenas”.

 

Se dice que la etnia wayuu es un pueblo que vive entre dos países. En este sentido, ¿qué puntos piensas que deberían existir en común entre Venezuela y Colombia, en términos de protección y garantías de los derechos de las personas wayuu?

“El pueblo wayuu es transfronterizo y ya hay jurisprudencia sobre la metodología de cómo deben ser atendidos los pueblos indígenas. Esto ocurre en Venezuela con el pueblo wayuu, con los barí, los yukpa… realmente somos un pueblo transfronterizo que compartimos el territorio entre Colombia y Venezuela.

Para tener garantía de los derechos de los wayuu es necesario, primero, el tema de identificación. Se habla de una cédula indígena en Venezuela, pero que no ha sido clara; tengo entendido que personas que habían sacado esta cédula a los 10 años, cuando fueron a renovarla, le dieron una cédula común y corriente, como cualquier otro venezolano. No se entiende la política pública del gobierno, de dar una cédula que no da a entender más nada: sí, nos hacía indígenas, pero aparte de ello no había ningún tipo de registro, nunca se conoció por parte del Instituto Nacional de Estadística un censo donde se conociera al menos la cantidad de personas wayuu y la cantidad de personas de otros pueblos indígenas.

En Colombia se está hablando de un documento nacional. Sin embargo, en el último censo realizado en Colombia se hizo una particularidad para censar a los pueblos indígenas. Entre esos, uno de los primeros informes fue sobre del pueblo indígena wayuu, y es interesante porque dice dónde está la mayor parte de personas wayuu en el territorio y aquellos que se encuentran sin cédulas,y posiblemente pueden ser retornados desde Venezuela.

Por eso, es momento de que ambos Estados se sienten, Venezuela y Colombia, que reconozcan sus diferencias políticas y conversen sobre cómo deben ser las metodologías y las políticas públicas que permitan la garantía de los derechos de los pueblos transfronterizos”.

 

¿Qué personas te han inspirado en la lucha por la reivindicación de los derechos de las comunidades indígenas?

“La persona que me ha inspirado en estas andanzas, en la reivindicación de los derechos de las comunidades y de los pueblos indígenas, es mi madre. Se llama Francia Palmar, una mujer que nos enseñó a nosotros el don del servicio. Ella fue quien me inspiró a poder entender mi misión de servir, ella me dejó claro que yo no estaba solamente para trabajar y hacer dinero; sino también para servir al pueblo wayuu”.

 

Tu labor como cultora te ha permitido explorar a fondo en la cosmovisión wayuu. ¿Qué podemos aprender de estas creencias y cómo podemos contribuir a resguardar las tradiciones de esta cultura?

“Yo creo que el pueblo wayuu ha sabido adaptarse y ser resiliente y resistente, ese es el mejor aprendizaje que hemos tenido como sociedad. Al pensar sobre acciones para resguardar las tradiciones de esta cultura, creo que con respetarla es suficiente.

Han pasado muchos años donde los alijunas(no indígenas), en nombre de la interculturalidad, han hecho que nosotros como comunidad indígenas hagamos grandes esfuerzos para que ellos nos entiendan, entonces hemos flexibilizamos bastante nuestra cultura para que los alijunas nos entiendan y podamos integrarnos en un diálogo; pero es el momento en que los no indígenas también se preocupen un poco por adaptarse, por tratar de entendernos, tratar de comprender el significado de cada palabra, de cada pensamiento de los pueblos indígenas”.

 

 

 

“Somos un pueblo con una cultura viva, con voz propia, y necesitamos que nos escuchen”

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